Narra las aventuras de Magma, una joven de 30 años que vive en Barcelona y saca de quicio a casi todo el mundo. Se trata de un personaje caricaturesco, hiperbólico, chillón y valientemente grosero. Todo en ella es extremo, con la saturación y el contraste a tope. A pesar de su intimidante perfil, es imposible no querer a Magma, pues es mucho más que una persona descarada: acumula todas las imperfecciones que, de un modo u otro, hemos visto en nuestro interior a lo largo de la vida. Por eso resulta tan cercana y divertida: se burla de nuestra fragilidad, de nuestros pensamientos y ocurrencias más desafortunadas.
Acostumbro a empatizar con los protagonistas cuando disfruto de la lectura de una novela, pero lo que Naviru Shorno ha conseguido en «Cuando lluevan elefantes» va un poco más allá. Magma es una de las figuras más tridimensionales que he leído en estos dos últimos años. A la altura estaría Eladio Monroy, el personaje estrella del novelista policíaco Alexis Ravelo.
Magma se palpa y se escucha a lo largo de la narración. Ya en los primeros capítulos, el agudo estilo de Naviru me ayudó a ponerle voz. En mi mente sonaban un deje y un tono propios. Hacia la mitad del libro, la veía sentada frente a mí, sentada en el sillón de la manera más incómoda posible, contándomelo todo con su característica jerga de los ’80… y sorbiendo un enorme vaso de ron con hielo, despotricando de Newton y de todo lo que se menea. Es graciosa. Mucho. Y un desastre: el más adorable de todos.